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@ rakoo
2025-05-13 18:58:24El mundo está al borde del abismo. La Guerra Fría amenaza con volverse nuclear, las superpotencias se miran con desconfianza, y la humanidad parece tener un pie en la tumba. Entra Adrian Veidt, alias Ozymandias, el hombre más listo del planeta, con un plan tan genial como perturbador: matar a millones para salvar a miles de millones. ¿Un villano sacado de un cómic? No exactamente. En Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, Ozymandias es un utilitarista radical que cree que el fin justifica los medios. Pero, ¿y si su plan suena sospechosamente parecido a las ideas de Lenin, quien justificó la muerte de millones por un supuesto "bien mayor"? Prepárate para un viaje que conecta el calamar gigante de Watchmen con las ríadas de prisioneros hacia los gulags, con un toque de historia y filosofía para mantenerte pegado a la pantalla.
Ozymandias: El arquitecto del apocalipsis controlado Adrian Veidt, alias Ozymandias, no es un héroe común. Es un multimillonario, un estratega brillante y un admirador de Alejandro Magno que lleva el utilitarismo a extremos aterradores. Su plan en Watchmen es una obra maestra de manipulación: crea una criatura interdimensional falsa que mata a millones en Nueva York, haciendo que las naciones, presas del pánico ante una amenaza "alienígena", dejen sus rencillas y se unan. ¿El resultado? La Guerra Fría se desvanece, los misiles se guardan, y el mundo respira… por ahora.
Ozymandias no es un psicópata que disfruta el caos. Está atormentado, pero convencido de que sacrificar a millones es la única forma de evitar la extinción. Su lógica es fría, calculadora y, curiosamente, tiene un eco inquietante en los escritos de Lenin y el marxismo-leninismo, donde la violencia y la muerte se justificaban como un precio "razonable" por la revolución.
Lenin: La revolución vale unos cuantos millones Vladímir Lenin, el cerebro detrás de la Revolución Bolchevique, no era de los que se andaban con rodeos. En sus escritos, como El Estado y la Revolución (1917) y ¿Qué hacer? (1902), defendía que la revolución socialista requería una ruptura violenta con el viejo orden. Para Lenin, la burguesía, los kulaks (campesinos propietarios) y los "contrarrevolucionarios" eran obstáculos que debían ser eliminados, incluso si eso significaba sangre. En una carta de 1918, Lenin instó a "aplastar sin piedad" a los enemigos de la revolución, y en otro escrito de ese año, justificó el "terror rojo" diciendo que "unas decenas o cientos de miles de víctimas" eran un costo insignificante comparado con el triunfo del socialismo. Para él, estas muertes eran un mal necesario para construir un mundo sin clases.
Pero no todo quedó en teoría. Durante la Guerra Civil Rusa (1917-1922), la Cheka, la policía secreta de Lenin, ejecutó a decenas de miles y envió a otros tantos a campos de trabajo que, como señala Aleksandr Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag, fueron el germen de las "ríadas" de prisioneros que caracterizarían el sistema de gulags. Antes de que Stalin elevara el horror a niveles industriales, Lenin ya había sentado las bases de un sistema donde el sacrificio humano era moneda corriente. Solzhenitsyn describe cómo, desde 1918, los campos se llenaban de "enemigos del pueblo" —desde nobles hasta campesinos que se resistían a la colectivización—, todo en nombre de un futuro utópico que nunca llegó.
Marxismo-Leninismo: Una utopía empapada en sangre El marxismo-leninismo prometía un paraíso sin clases, pero el camino hacia él estaba pavimentado con cadáveres. Bajo Lenin, y más tarde Stalin, millones murieron en purgas, hambrunas como el Holodomor en Ucrania (1932-1933), y en los gulags. La lógica era utilitarista, como la de Ozymandias: sacrificar a una generación por un "bien mayor". Pero, a diferencia del plan de Veidt, el proyecto marxista-leninista nunca llegó a puerto. La Unión Soviética se industrializó, sí, pero a un costo humano atroz, y el sueño socialista se desmoronó en 1991, dejando un legado de desigualdad, burocracia corrupta y memoriales a las víctimas.
¿Por qué Ozymandias “gana” y Lenin fracasa? Aquí está la gran diferencia. En Watchmen, el plan de Ozymandias funciona, al menos por un tiempo. Las naciones se unen, la guerra nuclear se evita, y la paz parece posible. ¿Por qué? Porque Ozymandias es un genio que controla cada detalle: la ciencia, la narrativa, el momento exacto del "ataque". Su plan es una coreografía perfecta, sin espacio para el caos humano. En cambio, Lenin y sus sucesores lidiaron con economías complejas, sociedades rebeldes y errores garrafales. La colectivización forzada provocó hambrunas, las purgas alienaron a aliados, y la burocracia soviética se volvió un monstruo inmanejable. El marxismo-leninismo nunca pudo ser tan "limpio" como el calamar de Ozymandias.
Pero hay un detalle crucial: el plan de Ozymandias depende del secreto. Si el mundo descubriera que el ataque fue un montaje, la paz se derrumbaría. Y aquí entra Rorschach, el vigilante que no transige con la moral. Su diario, que revela la verdad, queda en manos de un periódico al final del cómic. Si se publica, adiós al sueño de Veidt. En la vida real, el marxismo-leninismo no tuvo un "diario de Rorschach" que expusiera un engaño específico, pero sus fracasos —hambrunas, gulags, estancamiento— fueron prueba suficiente de que la utopía era una quimera.
El dilema: ¿Justifica el fin los medios? Tanto Ozymandias como Lenin nos enfrentan a una pregunta espinosa: ¿está bien matar a millones por un supuesto bien mayor? En Watchmen, Moore no da respuestas fáciles. Ozymandias es un héroe y un monstruo al mismo tiempo, y su éxito pende de un hilo. En la vida real, las justificaciones de Lenin y sus seguidores se desmoronan ante el peso de las tragedias. Los gulags, las hambrunas y las purgas no llevaron al paraíso prometido, sino a un callejón sin salida.
Lo que hace a Watchmen tan brillante es su capacidad para hacernos pensar sin predicarnos. Ozymandias cree que está salvando al mundo, pero su paz es tan frágil como un castillo de naipes. Lenin, por su parte, soñó con una revolución que cambiaría la historia, pero dejó un legado de sufrimiento que Solzhenitsyn no nos deja olvidar.
Conclusión: Un cómic que refleja nuestras paradojas Watchmen no es solo un cómic; es un espejo de nuestras ambiciones y fracasos. Ozymandias, con su plan para la paz, nos recuerda a Lenin y su fe ciega en un futuro mejor, aun a costa de millones de vidas. En el cómic, la utopía de Veidt funciona… hasta que Rorschach amenaza con exponerla. En la vida real, el marxismo-leninismo nunca llegó tan lejos, y las "ríadas" hacia los gulags son un recordatorio de lo que pasa cuando los sueños utópicos se encuentran con la realidad.
¿Qué piensas? ¿Es Ozymandias un visionario o un tirano? ¿Y qué tan lejos estamos de justificar horrores por un “bien mayor”? ¿Crees que un plan así funcionaría pero solamente si lo ejecuta la persona “correcta”?