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@ Javier Maestre
2025-02-13 01:46:07
En el ámbito bitcoiner es muy habitual que el Estado se convierta en el blanco de las principales críticas, que se ve convertido así en el muñeco de paja al que dirigir nuestros palos. Pero no, en realidad es una piñata que está a punto de desmoronarse de los golpes que le pegan. Cada vez tengo más claro que gran parte de los movimientos "antiestatales", si no todos, están contribuyendo, consciente o inconscientemente, a los intereses de los políticos que nos han llevado a esta situación.
El Estado, con todos sus defectos, sigue siendo la principal unidad de ejercicio de la violencia organizada. Señalando al Estado como el origen de todos los males, no hacemos otra cosa que pegarnos un tiro en el pie, haciendo el caldo gordo a quienes trabajan para cercenar nuestras libertades.
Lo que está claro es que los políticos actuales, de boquilla firmes defensores del Estado, lo que están haciendo es provocar su colapso. Puede que estos políticos, o algunos de ellos, incluso no sean conscientes del todo, pero da igual, pues simplemente priman sus intereses personales, como hacemos todos, intentando aprovechar los incentivos que están encima de la mesa, con las reglas de juego que hemos ido asumiendo. No es que quieran más Estado o que pretendan dinamitarlo, tanto una cosa como otra no son más que las consecuencias de los incentivos que subyacen a nuestra forma de organizarnos en sociedad en el contexto actual. Albert Rivera, en una reciente charla con Iván Espinosa de los Monteros, aludía a esta idea criticando las [redes clientelares y de dependencia del Estado](https://youtu.be/AI7roBGtmvk?t=2709) que generan las actuales dinámicas políticas y adulteran el sistema democrático. Aunque, cabría dudar sobre si el propio “sistema democrático” tiene o no algo que ver con esta situación.
En cualquier caso, no es que la mayoría de políticos sean malvados por naturaleza, aunque algunos puedan realmente serlo; es irrelevante. Sus acciones no están motivadas por su maldad, ni por su ideología o su estupidez, sino, simple y llanamente, por sus intereses personales y los del grupo con el que los comparten.
Las ideologías que manejan los políticos se han convertido en nichos de mercado, en caladeros donde echar la caña a ver si pescan suficientes votos como para asegurarse su porvenir y el de los suyos. Es del todo irrelevante si se creen o no esas ideas que defienden con tanta vehemencia como ausencia de plausabilidad, o incluso si están a sueldo de intereses espurios. De cualquier forma, actuarán en función de lo que crean más conveniente para sus intereses personales y para que más peces caigan en sus redes. Véase, por ejemplo, como [Albert Rivera](https://www.youtube.com/watch?v=XrdCP3viocU), ahora que está fuera de la política, manifiesta que resulta evidente que el sistema de pensiones es una estafa piramidal, mientras que cuando estaba en política defendía lo contrario. O a [Errejón](https://www.youtube.com/watch?v=oZ0KfTsITh8), que sostenía la tesis de que no había denuncias falsas hasta que lo denunciaron a él.
Como digo, los políticos no son malvados o estúpidos (aunque haya algunos, o muchos, que entren en esas categorías), simplemente velan por sus intereses con las armas que tienen a su alcance y, como diría [Vito Corleone](https://youtu.be/Z1dRPt_4rZs?t=208), me es indiferente lo que un hombre haga para vivir. El problema es que esta dinámica está generando unas tendencias que se oponen al progreso que hemos generado como sociedad. Esas reglas de juego en la actualidad, convendremos, son inmorales, en el sentido de que actúan como una fuerza contraria a [nuestra supervivencia y potencia de actuar y obrar](https://maestreabogados.com/bitcoin-el-bien-y-el-mal/).
> *Este artículo forma parte de un trabajo más extenso en elaboración sobre las relaciones de Bitcoin con el Estado.*