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@ Autoayuda
2024-08-16 23:27:09La belleza quizás no es un atributo inherente a las cosas, sino una cualidad que emerge de la interacción entre el observador y lo observado. Al cambiar nuestra forma de mirar e interpretar, cambiamos nuestra forma de sentir y, en última instancia, nuestro estado de ánimo y por ende nuestra forma de vivir.
La belleza que percibimos en un paisaje, en una pieza musical o incluso en una situación desafiante, es un tejido entre lo que observamos y cómo lo sentimos. Es como un espejo que refleja el mundo exterior y como nosotros lo interpretamos en nuestro mundo interior.
Imagina un paisaje con campo de flores silvestres. Para algunos, puede ser simplemente un montón de plantas y flores, un lugar sin mayor interés. Pero para otros, esos mismos colores y formas moldeados por el sol al caer la tarde, pueden evocar recuerdos felices de su niñez, despertar emociones profundas por recorrer, en tiempos pasados de noviazgo y en su memoria con su pareja a su lado o simplemente inspirar pensamientos creativos en un pintor. La diferencia radica en la mirada interna, en la lente a través del cual observamos la realidad. Las cosas son como son y nosotros las vemos según como somos.
Un mismo mar puede ser visto como una inmensidad apacible y apetecible al baño o como un abismo amenazante con solo estar dentro a tres metros de la arena por una persona que no sabe nadar. Todo depende de "las gafas" con las que lo miremos e interpretamos. Lo mismo ocurre con la melodía de una canción: puede ser una fuente de alegría o una expresión de melancolía o incluso producir rechazo por traer malos recuerdos. La clave está en la actitud con la que nos acercamos a cada momento y experiencia.
Nuestra percepción y nuestro yo particular, moldeado por nuestras vivencias y emociones, colorea cada instante con los colores del arco iris o reduciéndolo a ocres o grises. Un amanecer puede ser un símbolo de esperanza y agradecimiento por un nuevo día, el recordatorio de que espera un día duro de trabajo o un recordatorio de la fugacidad del tiempo y lo efímeros que somos en la vida y en el universo. La belleza, la verdad y la realidad, en este sentido y con los ejemplos que he mencionado es una construcción muy subjetiva, como la felicidad es una interpretación muy personal de la realidad.
Esta dualidad no nos debería limitar; al contrario, nos invita a explorar las múltiples facetas que cada experiencia puede tener para nosotros o incluso para otras personas y con esto saber y entender que la verdad, en muchos casos no siempre es única. Pero también podemos elegir ver el vaso medio lleno o medio vacío y enfocarnos en lo positivo o en lo negativo. Y esta elección, a su vez si influye en nuestra propia realidad emocional y en la de los que nos rodean.
Cultivar una mirada positiva nos permite descubrir belleza de la vida incluso en los lugares y situaciones más inesperadas. Desdramatizar situaciones y positivar la vida en general es mejor. Nos abre las puertas a nuevas posibilidades y nos conecta con una sensación en general de bienestar, aceptación y equilibrio mental.
Sabiendo y siendo consciente de la dualidad, sin duda, al mirar el mundo con curiosidad, asombro y desde el punto de vista del observador positivo, transformamos nuestra experiencia de vida, enriquecemos nuestro viaje y nos mantendrá más en un estado de mayor tranquilidad y paz mental.